Escrito por: Padre Andrés Gilardi, Secretario Ejecutivo de Cáritas Pucallpa
-¡Quiero mi picante de pollo!- Así me habla un niño, casi como una súplica, mientras en la cola espera su turno al comedor. Esta es una fotografía actual de nuestro Perú: gente en cola por todas partes, al banco, a la farmacia, a la empresa que llena el balón de oxígeno, y también en cola a los comedores municipales y parroquiales. Normalmente son colas taciturnas, de una espera callada. Por eso me sorprende el niño que rompe el silencio con un visceral grito de hambre.
Me hace recordar aquellos gritos que se escuchan en los Evangelios, al pasar de Jesús, implorando de Él una gracia especial por su desesperación. Gritos que suenan como una explosión imprevista. Por eso me acerco al niño, que mirando la larga cola está preocupado de no recibir su menú. Le sale espontáneo mostrarme su olla vacía, y comentarme algo sobre las necesidades de su familia. Una familia pobre, como muchas. Parece escuchar siempre el mismo disco, de una pobreza común, sin embargo cada historia tiene detalles distintos. Creo que es muy importante en algunos momentos escuchar la voz y la historia de los que están en esta larga cola de indigencia. Por lo menos es un paso más que podemos dar como voluntarios de cada Cáritas. Porque estas voces son potentes, pueden realmente resonar dentro y cuestionar profundamente.
Nuestra Cáritas del Perú, con la Conferencia Episcopal y la Teletón, nos han puesto en la favorable condición de abrir dos, tres, y más comedores, y esto representa una gran bendición. Sin embargo las Cáritas locales y los voluntarios tenemos la posibilidad de encontrar las personas cara a cara: ¿podemos dar un paso más? Será fácil escribir números y compilar patrones, pero que bueno sería poder entrar un poquito en las historias personales y familiares. Simplemente con un trato tierno, amigable, de escucha gratuita.
Podríamos descubrir que los comedores son un medio para una caridad más intensa. Además, llegará el momento en el cual estos mismos comedores terminarán su función, pero algo más podrá nacer, si es que escuchamos estos gritos, fuertes o mudos que sean. Bueno, mientras pienso en esto, veo el niño que se va a su casa con la olla llena, bien contento. Hoy va a comer rico.
