Escrito por: Karla Auza, Responsable de Imagen Institucional y Comunicaciones
En medio del intenso sol de Chaclacayo, entre los cerros se encuentra la urbanización popular Huascata, a 30 kilómetros del centro de Lima, en donde un grupo de mujeres luchan cada día por salir adelante, a través de una olla común, que no solo brinda almuerzos, sino también solidaridad y esperanza en este mundo tan conmocionado y desigual, afectado por la pandemia del Covid19.
En las alturas de la Ampliación X se encuentra la olla común “Huascata Unidad 2”, liderada por su presidenta Lizbeth Suárez León que junto a cuatro mujeres se encargan de la logística, preparación y distribución de los alimentos para 120 personas vulnerables.
“Esta olla común nace a raíz de la pandemia, por la necesidad de alimentarnos, ya que muchos vecinos se enfermaron. Iniciamos en una casa, nos prestamos ollas y una cocinita, primero dábamos de comer a 50 personas diariamente y esa cantidad fue creciendo, hoy atendemos a 120 personas. Tenemos varios casos sociales, madres solteras, niños discapacitados, a ellos se les da almuerzos gratis”, explicó Lizbeth Suárez.
Además, el trabajo de la olla común debe sortearse con el de ser madre, lo bueno que entre ellas se apoyan mutuamente, pues tienen un objetivo en común, alimentar a sus familias.
“Yo tengo seis hijos, mi compañera tiene 2 y así sucesivamente, todas nos apoyamos, tenemos que salir adelante”, afirma Lizbeth.
Esta olla común forma parte del proyecto “Promoción de la Seguridad Alimentaria e Higiene en las poblaciones vulnerables como medida de prevención al contagio y recuperación frente a la COVID-19 en el Perú”, ejecutado por Caritas del Perú junto con las Cáritas de Chosica, Moyobamba y Madre de Dios con el apoyo de nuestros hermanos de Caritas Alemana.
Este proyecto busca atender a 2,500 personas a través de la mejora del servicio alimentario en los comedores parroquiales y ollas comunes, capacitándolos en temas de salud y nutrición, entregándoles alimentos no perecibles y perecibles de acuerdo a sus hábitos alimentarios, geografía y valor nutricional, así como kits de menajería y/o utensilios. También se viene fortaleciendo sus capacidades en la prevención y contención del COVID-19, instalando tanques de agua, kits de protección e higiene, así como la implementación de huertos orgánicos en los comedores y ollas comunes para mejorar y balancear la nutrición de las familias beneficiarias.
Además, se vienen instalando cocinas mejoradas fáciles de construir y mantener, de bajo costo, haciendo uso de recursos locales, con posibilidad de multiplicación y adaptación a diferentes entornos.
“Cáritas nos ha ayudado desde el inicio de la pandemia con la entrega de víveres, luego a través de un proyecto nos donaron un tanque de agua, luego este módulo de madera y ahora nos han dado una cocina mejorada. Cáritas nunca nos ha dejado y estamos muy agradecidos con ellos, ellos han sido siempre nuestro apoyo”.
Lizbeth junto a sus compañeras se despiden de nosotros, no sin antes decirnos: “No nos dejen, porque aún seguimos encaminándonos en esto tan bonito que es la ayuda social”.